jueves, 8 de junio de 2017

Romano Guardini y lo efímero de la civilización.

Lo tomo de J Jiménez Lozano, expresa lo que aconteció a los hombres viejos del XIX y principios del XX cuando se encontraron con el hombre nuevo que todo lo arrasa."Una de las enseñanzas más terribles para aquellos cuya formación hundía sus raíces en los tiempos anteriores a la primera guerra mundial ha sido comprobar que en la existencia concreta el espíritu es mucho más débil de lo que suponían. Habían pensado que el espíritu, por ser ta, y de manera directa, era más fuerte que la violencia y la astucia. Esta idea se expresaba en frases como las siguientes: "No se puede aplastar  al espíritu...La verdad se impone siempre...Siempre triunfa lo auténtico, etc" En estas frases eran falsas al menos la inmediatez y la seguridad idealistas. Los que pensaban de esa manera  se vieron obligados a aprender  hasta dónde se extiende el poder del Estado y de la organización de la vida pública, y hasta qué grado tan espantoso es posible paralizar al espíritu, paralizar a la persona, confundir las normas de lo válido y lo justo".

Y en el fondo también lo decía don Nicolás Gómez: El suicidio más acostumbrado en nuestro tiempo consiste en pegarse un balazo en el alma.



1 comentario:

  1. Ese ciego optimismo referido a la capacidad amortiguadora del Espíritu remite a un fondo, diría que ontológico, hoy extinto o recluido en los despachos privados de un pequeño número de particulares cuya obra escrita constituye el consuelo del ahogado por el estatalismo.

    Teme uno, y no por haber cedido a una fatalidad superficial y dramática, sino por causa de un cierto pesimismo marcoaureliano que le es connatural, que no viviremos para ver el reflujo de la persona singular porque la potencia bruta del demos no cesa de acumularse y no se vislumbra ni una vía de drenaje ni una explosión consumidora de su pura fuerza zoológica. El conservadurismo residual (no el aparente -subsumido en los postulados ideológicos de la izquierda-, sino el sincero) se abstrae de la acción entregándose a ensoñaciones narcóticas, y la reacción es escasa e ineficaz por mucho que su potencia de fuego continúe intacta. Del conservador no cabe esperar que abandone sus fumaderos de opio, y de la reacción, por su naturaleza escéptica, sólo se puede exigir que no cese en la vigilancia de sus propias ruinas y del paisaje de una Europa asolada por un progresismo pueril conducido con los peores modales policiales.

    Es cierto lo que se desprende de la lectura arriba citada; el Espíritu nutrido por la tradición es hoy inferior en astucia y en potencia al Espíritu de los Tiempos, ese espectro macabro nacido de la psique progresista al que Jung dio carta de naturaleza y libertad de movimiento. Pero antes de rendirse a un presente suicida y a un futuro decantado cabe recordar este postulado angeológico: Dios está en los "metra". O, en castellano liso, mientras haya liturgia, mientras haya un libro capaz de reacción, mientras alguien escriba unos metros saturados de singularidad...

    ResponderEliminar