miércoles, 22 de marzo de 2017

Eutanasia: Una bella palabra y un falso derecho.

Apenas los moderados dan su pasito, incorporándose a la marcha de los tiempos con una ley “equilibrada”, que busca evitar la implantación de la reforma aún más radical; y así se aprueba en Madrid una ley de muerte digna, que quiere ser eso, un sí pero no, cuando los radicales nos recuerdan su propósito de transformación total. Ese proceso del que salvo en alguna medida económica no se vuelve nunca, pues ya se sabe, como nos dirían ellos y han tragado los conservadores del radicalismo, del progreso nunca se vuelve.
Así la ultraizquierda, lograda la aceptación también aquí de su forma de llamar a las cosas, muerte digna, ahora pretende una ley de eutanasia completa, con menores por medio, eso sí emancipados, y de momento con enfermedad terminal e irreversible.
Lo hacen invocando un derecho. Y uno sospecha de las llamadas a los derechos iranovenezolanas;  siempre hay gato encerrado en estos derechos que por  una libertad consiguen eliminar una garantía. Viendo lo que pretenden hacer con la libertad de expresión en nombre de la libertad de expresión, caemos en la cuenta de lo que harán con el derecho a la vida con  lo que llamarón en su neolengua derecho a la muerte digna.
El derecho consiste básicamente en que si una persona especialmente vulnerable- en los sistemas hospitalizados actuales, o incluso en los sistemas domiciliarios familiares-  desespera, su desesperación se verá colmada por la acción de un médico que se precipitará a eliminarlo, por su bien, dadas unas circunstancias especiales, normalmente una definición de enfermedad, que en un proceso de pendiente deslizante, se vuelve cada vez más difusa.
En ciertas circunstancias, muy gravosas, muy caras, difíciles de sostener por el sistema sanitario, habíamos logrado con dificultades una asistencia más o menos correcta. Algunos nos esforzábamos, en mi caso muy modestamente, por un aumento sustancial de la atención paliativa, que crease no una muerte digna sino una atención correcta al final de la vida. Con todo su esfuerzo, con todo su gasto y, por qué no decirlo, con toda su dureza.

Ahora, los defensores de la libertad a la cubana, nos ofrecen como panacea, otra vez, una libertad que no es tal. Antes un enfermo podía esperar su derecho a ser atendido. Ahora surge la presión de que acceda a la libertad de ser eliminado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario